MEDITACIONES

de     P. F.

El Perdón, parte 1  *

Mateo 18:21-35, Efesios 4:31-32*

“(18:21) Entonces Pedro, llegándose á él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré á mi hermano que pecare contra mí? ¿hasta siete?  (18:22) Jesús le dice: No te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete.  

Los dos deudores

(18:23) Por lo cual, el reino de los cielos es semejante á un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos.  (18:24) Y comenzando á hacer cuentas, le fué presentado uno que le debía diez mil talentos.  (18:25) Mas á éste, no pudiendo pagar, mandó su señor venderle, y á su mujer é hijos, con todo lo que tenía, y que se le pagase.  (18:26) Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.  (18:27) El señor, movido á misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.  (18:28) Y saliendo aquel siervo, halló á uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y trabando de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que debes.  (18:29) Entonces su consiervo, postrándose á sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.  (18:30) Mas él no quiso; sino fué, y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.  (18:31) Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon á su señor todo lo que había pasado.  (18:32) Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste:  (18:33) ¿No te convenía también á ti tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de ti?  (18:34) Entonces su señor, enojado, le entregó á los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.  (18:35) Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno á su hermano sus ofensas”.  Mateo 18:21-35


Efesios 4

“(4:31) Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia:  (4:32) Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo”.  Efesios 4:31-32


Vuelvo a citar la petición que provoca este estudio: “Mi interés personal es si en algún momento puedas escribir algo relacionado al perdón, más en lo que el hombre pueda accionar con su ofensor. Es muy claro que podemos empezar con el perdón divino, esto sería una gran ayuda para muchos que tenemos resentimientos, raíces de amargura, y otros estorbos en su vida espiritual”.

Confieso que me da un poco de miedo escribir sobre este tema.  Somos probados por Dios sobre las cosas que profesamos creer.  La actitud humana de no perdonar sino guardar rencor es parte de la vieja naturaleza que cada uno de nosotros tenemos, incluso yo.  Pero vale la pena escudriñar con cuidado este principio de la escritura, el perdón.

El perdón es un principio cristiano, totalmente nuevo en su carácter.  En el capítulo 5 de Mateo, Jesús nos introduce a los nuevos principios del reino de los cielos, algo que todavía hace falta (pues el rey está ausente) pero cuyos principios nosotros reconocemos.  “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Mateo 5:43-45  Los israelitas de la antigüedad mataban y aborrecían a sus enemigos, adoradores de ídolos.  Jehová usaba a la nación de Israel como la vara de juicio contra los infieles.  Pero cuando vino Cristo, era por otro motivo.  “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, … y se fueron a otra aldea”. Lucas 9:51-56  Leemos de estos dos hermanos “a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno”.  Imagino que esto se relacionaba con su personalidad.  Les salía, si entiendo bien, más fácil ser como los judíos de antigüedad, deseando el juicio extremo sobre los samaritanos, pero fueron reprendidos del Señor acerca de su deseo de consumir a los que no le recibían.

Así debemos reconocer que vivimos en los tiempos donde conviene el perdón general a los seres humanos que nos pueden maltratar de una forma u otra.  Acaso tiene que ver con tratos con inconversos.  El principio de “pagar con la misma moneda” viene del Judaísmo.  “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Éxodo 21:23-24.  Pero no por nada el capítulo que introduce este principio de gobierno entre los israelitas también nos da el ejemplo del siervo (esclavo en verdad) que dice “no saldré libre”.  La esclavitud se ha entendido como uno de las peores maldades de injusticia en la carrera humana.  Pero Cristo tomó la forma de siervo, hecho en semejanza a los hombres.  Filipenses 2:1-9 “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

¿Puede haber un ejemplo de mayor diferencia entre “ojo por ojo” y los principios cristianos?  Nosotros somos exhortados, me parece especialmente aquí en los Estados Unidos, que debemos reclamar por “nuestros derechos”.  ¿Quién tenía más derecho de vivir y prosperar como el Hijo de Dios, Jesucristo? Pero si hubiera reclamado sus derechos aquí en el mundo, ¿qué tal de nosotros, pecadores perdidos?  “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.  Eso no es la justicia según “ojo por ojo” sino otro sufriendo lo que nosotros merecíamos.  Así el versículo en Efesios, que nos cuenta de las más altas de nuestras bendiciones cristianas en los primeros tres capítulos, nos exhorta en el capítulo 4 “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.  ¿Puede haber un ejemplo más alto de lo de Cristo?  Fuimos nosotros perdonados porque Cristo tomó nuestras culpas en la cruz.  ¿Es posible que con rectitud retengamos rencor y amargura contra otro?  ¿Qué le parece...?

Pienso la semana que viene repasar la historia de un noble del antiguo testamento que aprendió no guardar rencor, aunque fuera muy maltratado.  Es más impresionante porque vivía, no el en día de la gracia, sino bajo la ley en los principios de “ojo por ojo”.

FELIPE FOURNIER
16 abril de 2017